CUANDO
UN AMIGO SE VA…
Las estrofas de Cortez hoy cobran cuerpo
en toda su dimensión emotiva. Es que Jorge Gabriel Robert –el querido “Rico”–,
además de ocupar un espacio enorme en nuestro corazón, había llegado a formar
parte de los interlocutores que tenían permanente uso de la palabra en este portal dedicado a las letras patagónicas.
Cada
tanto engalanaba nuestro sitio con sus crónicas y relatos. Títulos como “Un
galés-argentino, el Sargento Weston Harris”, “En el puesto de
barro, el último arreo”, “Un gaucho patagónico en los tiempos el Ford T”,
“Una bruja en la montaña”, “Taperas y su magia”, “El último guardahilos” –por
citar algunos– recreaban estampas de un pasado emparentado con nuestras raíces
más profundas. La pluma sencilla, fresca, evocativa, nos conectaba con bellas vivencias
campesinas, con episodios rurales, con anécdotas cargadas de espiritualidad.
Por si fuera poco, lejos de limitarse a esas colaboraciones espontáneas, su voz
se hacía oír de manera constante a través de comentarios siempre oportunos,
observaciones agudas, puntos de vista creativos, salidas inesperadas, humoradas
que invitaban al intercambio y al retruque. Quizás como un reflejo del
sobrenombre, sus intervenciones eran siempre enriquecedoras.
Es probable que
ni él mismo tuviera conciencia de su capacidad poética, de la profundidad de su
mirada sobre los simples hechos cotidianos. Los párrafos que reproducimos aquí
son una muestra de esos dones, que ejercitaba sin ostentación ni
grandilocuencia:
(...) La noche, plácida, serena, en el campo presagia
algunos misterios; en los hombres crea supersticiones como el chistido de
una lechuza, que nadie ve entre los montes, o la cercanía de la luz mala que
trae reminiscencias de viejas leyendas. El facón, inmutable en la cintura. El
caronero es siempre el revólver. Observemos la luna que intenta filtrarse entre
las nubes como ayudando a despejar cualquier duda temerosa en la
oscuridad.
La hacienda no ha sentido el estrés del camino, bien
alimentada, satisfecha en su sed, comienza a moverse. Un sol rojizo, como
desperezándose ante el rol que le toca ejercer, apaga los últimos vestigios de
servidumbre que la luna ha prestado y proyecta tomar el mando del día. El
último arreo patagónico con destino a Mancha Blanca, parte desde el puesto de barro.(...)
Jorge Gabriel
Robert: criollo de ley, amigo, poeta, un alma sensible y elocuente. Amó a su
Camarones, amó el campo, amó a su esposa, a sus hijos y a sus nietos. Amó la vida. Y sin
ninguna treta, simplemente siendo como era, se fue ganando nuestro corazón para
siempre. ¡Cuánto te vamos a extrañar, Rico, querido amigo!