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miércoles, 23 de agosto de 2017

LA NOTA DE HOY









MIGUEL OYARZÁBAL

Poeta (1948 – 2017)




    Una vez conocí un poeta. Fue hace unos años, una tarde de invierno en la Feria del Libro de Gaiman, cuando Margarita Borsella me presentó a Miguel Oyarzábal. Charlamos un rato largo sobre —¿qué otra cosa podía ser?— Literatura y otros temas comunes. Luego mantuvimos un contacto esporádico.

   Tenía noticias de él porque Margarita cada tanto me comentaba sobre una obra que estaban escribiendo juntos; una novela epistolar que ojalá algún día vea a la luz, porque sería el mejor de los homenajes que se puede hacer a un escritor: que su obra perdure la muerte.

    Porque el bardo nos dejó. Cuando en este blog se publicó su poema “La otra ciudad”, figuraba una breve reseña de su vida y obra. Allí decía que Miguel era poeta, periodista y narrador oral. Nacido en Salto (Bs. As.) en 1948, se radicó en Puerto Madryn en 1979. Protagonizó espectáculos literarios y contó sus historias en el canal de televisión provincial de Chubut, en la Feria del Libro de Buenos Aires y en Colombia (2003) y México (2006). Desarrolló el proyecto de narración oral sobre recuperación de la memoria “Re-Conocernos” (100 cassettes conteniendo textos de autores patagónicos e historias de la zona, editados en 1995 por la Dirección de Cultura de la Municipalidad de Puerto Madryn y distribuidos gratis en las escuelas). Publicó los poemarios “Pasillos” (1986. Premiado en la convocatoria de autores inéditos de la Dirección Provincial de Cultura ), “Y esa tinta no se borra” (1992. Primera mención del concurso del Encuentro de Escritores Patagónicos en 1989), “Noctambulario” (1994. Primer premio del concurso del Encuentro de Escritores Patagónicos en 1993), “Después” (1997. Primera mención del encuentro de Escritores Patagónicos en 1993) “La Lámpara” (2001) , “Café con cielo” (2006. Es una selección de los libros anteriores en forma de disco compacto) y “Por lo que tengo” (2011). Fue becado por el Fondo Nacional de las Artes para Perfeccionamiento en Poesía (1987) y por Fundación Futuro (1988-1995) con una beca de creación.

   Además tuvo varios reconocimientos: a su Mérito Literario, por la Biblioteca Popular Juan José Castelli (1974), a su Trayectoria en la Cultura, por la Revista Tela de Rayón, Diario “Jornada” (2007), a su Trayectoria Literaria por el II Congreso Latinoamericano de Comprensión lectora (2009), al Mérito por la actividad cultural en Literatura por la Municipalidad de Puerto Madryn (2010) y la Alta Distinción de la Municipalidad Distrital de Ahuac, Perú (2009). Integró la antología de poetas madrynenses “La cuerda de los relojes limando el tiempo” (2012) Entre 1995 y 1998 dictó talleres de narración Oral en escuelas regionales; y desde 1997 talleres de Expresión escrita, en varias localidades de la zona. Fue homenajeado en la Feria del Libro de Puerto Madryn en 2016. Faltaba el cierre de su biografía; que llegó el 19 de agosto, hace un par de días.

   Pero los poetas no mueren. Si bien ni del arte la muerte se olvida, dice el verso de un olvidable poema, los artistas siguen viviendo en sus obras; y cada vez que alguien lea una obra de Miguel, el vate va a estar allí, con los gruesos anteojos que -según sus propias palabras -  apenas mitigaban su débil visión, esa condición que compartió con otros grandes poetas, y que tal vez lo llevaba a mirar más hacia adentro para encontrar su inspiración. Va a estar allí, con su alma de bohemio, que sabía de amaneceres entre amigos; en los que la poesía surge como un lenguaje natural y se poetiza aun sin saber que se lo está haciendo.

   Como señalé más arriba, los autores adquieren la inmortalidad de sus obras. Cuando un lector lee las palabras escritas a veces muchos años atrás, como si se tratase de un ritual esotérico, el literato revive, se hace presente. Para lograr ese milagro copio abajo uno de sus tantos poemas, “Amanecidos”, que muestra la intensidad de su creación y el cual —sospecho— le habrá gustado mucho escribir. Y si cuando lo está leyendo el lector siente la presencia de un señor alto y delgado, de barba y lentes, que lo observa con una clara mirada, no se asuste: es Miguel que, conjurado por la lectura, acudió a su lado.

AMANECIDOS

Siempre aparecen a esta hora;
son los últimos vampiros, 
bebedores de la savia nocturna de la vida.
Los veo;
con los párpados gastados y sin hablar
me cuentan de esta noche,
que no es distinta a las demás.
Ellos son los que pasaron el límite de las dos, o de las cuatro,
y que aún escarban en los huecos de las luces,
en el gusto somnoliento de café con cigarrillo.
Deambulan, casi en patota, casi solos;
hasta que el sol los atrapa en mitad de la vereda;
es la hora de partir
y parten
desperdigados,
buscando un lugar donde caer
para olvidarse hasta de sí mismos
y esperar que el día se olvide de ellos.
Se van solos, sin ruidos;
no hacen falta las cruces para ahuyentarlos,
cada cual lleva la suya.




Jorge Eduardo Lenard Vives

sábado, 19 de agosto de 2017

EL POEMA DE HOY



DESVELO
Extrañando en ritmo de tango


Por Julio J. Leite (*)




La noche
con
sus puntas
me traspasa…
-chorreo sombras-
enciendo una distancia
y me la fumo,
hay cenizas celestes
que me miran,
cielos gruesos
que aplastan
mi humedad
de silencios
y es un grito hacia adentro
Esta mano vacía
que se aferra
             a este vaso
y se lo bebe
cual si fuera tu cuerpo.





(*) Escritor fueguino. El poema es de su libro “Piedrapalabra” (El Rey Tuerto, Buenos Aires, 2014). 

domingo, 13 de agosto de 2017

EL POEMA DE HOY





TESTIMONIO SIMPLE PARA ESTA TIERRA DEL SUR


Por Anita Aracena (*)





Chubut, tu nombre, se alarga con las estrellas.
Los sueños de la infancia vuelven mirando el cielo.
De nuevo dibujo con las nubes
Y espero la noche acercarse mientras el viento se levanta
y todo el corazón se dobla sin hablar
entre la jarilla y el jume.

La pampa agita sus pequeñas ciudades verdes.
A veces, un molino solitario
dialoga con las gotas de agua.

Antes, eso era antes, el río venía
con un cielo navegando en las velas
y un mar lejano salado y marinero.

Vino la pequeña lluvia y el trigo a la orilla del agua.
Acaso el mismo que juntaba las canciones
entre la primavera y el humo que subía el invierno
de una aldea de Gales.

Que puso un día, campanas en el valle,
sobre el río, el cielo y los álamos.
Antes, todavía antes, los indios madrugadores de senderos
aprendían la luz que manejaban las flechas

Alguien debe recordar en la ciudad de los rascacielos
entre la sucia soledad del aceite y el humo
el sabor de los calafates y la mirada lechosa
de los chulengos,
el rincón donde se juntan las torcazas
y el zumbido de los tábanos después del mediodía.

El pulso inicia el paisaje que trepa por la sangre
porque quiero decir la patria chica
con la sonrisa botada de sol y mar
hasta que las estrellas inunden los ojos
y los sueños de los niños sigan creciendo en el sur.





(*) Escritora de Comodoro Rivadavia. El poema es de su libro “Cómo son de azules las palabras” (Edición del autor, Comodoro Rivadavia, 1986).




sábado, 5 de agosto de 2017

EL POEMA DE HOY



EL VERSO QUE ME DUELE


Por María Julia Alemán de Brand (*)




Mi verso es la nostalgia de la tierra,
el nativo solar, la bienquerencia, 
Es la hijuela venida de la herencia
y el ámbito de luz que nos encierra.

Es el pardo solar, al que se aferra
mi telúrico canto, mi vivencia.
Es un algo vital de mi existencia
esa parte que nunca se destierra.

Y esa parte es el verso, al que yo llevo
tan dentro de mí, que el verso duele
con un dolor de siglos, siempre nuevo.

Lo arranco de mi ser, que libre vuele
más allá de la tierra en que me abrevo
y hecho tierra o candil, siempre la vele.






(*) Escritora de Esquel. El poema es de su libro “Soy poesía, búscame en el sur” (Ediciones Último Reino, Buenos Aires, 1991).

viernes, 28 de julio de 2017

EL POEMA DE HOY




FEBRICITANTE


Por Eduardo Talero (*)





Si el termómetro sube
dos milímetros más,
se apagará esta vida
por siempre jamás…
Así les dijo el médico
después de examinar
mi pulso y del termómetro
la escala mercurial.
¡Oh, Señor! yo me dije,
¿conque mi vida está
tan sólo a dos milímetros
de la honda eternidad?
¡Oh, Señor! ¿Conque el áspid
que alargándose va
entre ese cristalito
me viene a emponzoñar?
¿De los miles de leguas
que he recorrido ya,
un milímetro sólo
me resta, nada más?
¿Conque ese áspid de argento
misterioso es capaz
de poner a mi vida
punto, punto final?
¿Lo que no consiguieron
ni balas, ni puñal,
ni besos, ni serpientes
ni cóleras del mar,
lo puede un hilo tenue
de sensible metal,
que se estira y contrae
por propia voluntad?
¿Quién eres? ¿Estilete
sutil de Satanás,
o gélido pistilo
de alguna flor letal?
¡No te muevas, no subas
ni un milímetro más!
¡Para, corazón mío,
la estocada fatal!

…………………………

¡Más no!... ya me ilumina
la fiebre el más allá.
¡Sube, hilito de argento,
un milímetro más!
Conviérteme el cerebro 
en lámpara estelar
que a tu contacto fluya
como aurora boreal;
toma el corazón mío
en péndulo de paz
y elévalo a la luna
de dónde eres un haz,
elévalo a la luna
para siempre jamás…
¡Sube, hilito de argento,
un milímetro más!






(*) Escritor argentino (1874-1920), nacido en Colombia. Durante varios años se desempeñó en el gobierno del Territorio del Neuquén, donde escribió su obra “Voz del Desierto”, reconocida por Jorge Luis Borges como uno de los títulos señeros del vanguardismo americano. Es autor además de “Ecos de Ausencia”, “Cascadas y remansos”, “Troquel de fuego”, “Por la cultura” y “Culto al árbol”. Este poema, que escribió en su lecho de muerte, fue publicado en forma póstuma por la revista Caras y Caretas, de la cual era colaborador. En este caso, fue tomado del libro “La Torre Talero: historias de vida del doctor Eduardo Talero Núñez y su Torre”, de Martha Ruth Talero de Passano (Editorial Bourel, Buenos Aires, 2013). Martha es nieta del escritor; y en su obra le dedica un emotivo y enjundioso homenaje.