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sábado, 5 de mayo de 2018

EL CUENTO DE HOY




GUERRAS

Por Ezequiel Murphy (*)




Cada vez que suena el teléfono siento que todo se puede repetir, cada vez que suena 
a veces no atiendo, 
o levanto el tubo y corto. 
Muchas veces no suena el teléfono. No suele sonar, casi no me llaman. 
¿Qué hora es? ¿Hoy es martes? Al reloj de pared le falta una aguja, pero marca la hora. Creo que solo la hora, 
sin el minutero es nada 
Ya está oscureciendo otra vez. 
No voy a cocinar, me tomo un té y nada más 
Y nada más. 
Hace frío, cuando viene Laura me dice que suba la calefacción. 
Laura: solo anda un calefactor, el del comedor. 
-Sí, no llamé a un gasista para que arregle los otros. 
Qué chiquita que era Laura. Pero no tanto. 
Dice que no lo recuerda. Me parece raro. 
Un pedazo de pan medio duro me quedó, el té se enfrió rápido. 
Antes pasaba el panadero, un día dejó de venir, no vino 
nunca más. 
¡Qué invierno! Esta silla está rota, renguea. Bueno no me quejo, mejor que renguee a que le falte una pata. Tendría que tirarla. ¿Para qué sirve una silla de tres patas no? 
Escucho poco. Eso creo, eso me dicen. 
Eso dice Laura, que no recuerda a su hermano, su hermano mayor. 
Bueno la verdad yo tampoco recuerdo algunas cosas, 
por eso no quiero que suene el teléfono. Sigo soñando eso sí. 
Sueño muchas veces que la charla sigue, que él me explica, que yo me disculpo; sueño que él vuelve sin zapatos. Yo le había regalado los zapatos con los que se fue ese día. El último día que los vi. 
Sueño que mi casa está llena de pozos. Bueno eso es verdad el patio está lleno de pozos, algún animal los hace, qué sé yo. 
¿Cuándo llueve? 
Cuando llueve se llenan los pozos de agua, 
y ahí queda el agua, a veces se congela, en invierno veo espejos de escarcha en todo el patio. 
A veces pienso que debería tapar los pozos, pero soy una mujer mayor, no puedo… y además no sé si quiero, tampoco quiero que mi patio sea refugio de animales… sean los que sean. 
¿Qué hora es? Las nueve con algo 
¿Minutos? Ninguno, solo horas. ¡Qué invierno! ¿Y aquél? 
Murió Omar, enviudé, Laura se fue de la casa, se juntó, se murió Roko, después el gato. Ya no quise tener mascotas. 
Quedé sola. Pero la soledad me había llegado mucho antes, muchos años antes. En un minuto. En el minuto después que me cortó el teléfono y yo quedé hablando, gritando, esperando una respuesta, que no llegaría, 
dando un respuesta que ya llegaba tarde. En ese minuto llegó la soledad. 
nada que ver con estar con gente, con vivir con alguien, no, no. Es otra cosa, 
tal vez por eso no noté que todos se iban de a poco. 
Omar me preguntaba: ¿era él? ¿Qué dijo? ¿Qué le dijiste? Y yo no contesté, nunca contesté. 
Hace frío, ¿Qué año es? 
Y ahora, yo me pregunto: ¿Qué debería haber hecho? ¿Por qué no dije otra cosa? Porque es lo que cualquiera hubiera dicho y hecho, ¿o no? Así que me arrepiento a medias. La soledad me arrepiente, 
Cuando suena el teléfono siento, que todo se puede repetir, 
y el temor es ese, 
que si hay alguien del otro lado, que dice que es mi hijo, que sobrevivió a la guerra, que está en el hospital, que va a volver y me dice que está con un compañero al que le faltan las piernas, 
o una pierna o un brazo, 
no sé 
Y ese que dice que es mi hijo me pide que le demos albergue a su compañero, que su compañero no tiene a nadie, me dice que debemos cuidarlo, recibirlo en nuestra casa. 
Si suena ese teléfono, que casi nunca lo hace, pero si lo hace, tengo miedo 
que del otro lado él me diga lo mismo, que todo se repita y yo, 
y yo, le repita lo mismo: no hijo, para eso está el Estado, que se encargue el gobierno. Que ese que dice que es mi hijo me ruegue. Y yo que soy la madre siga tratando de encontrar las palabras más adecuadas, le digo que no, que no podemos hacernos cargo de un discapacitado, de un inválido. 
Y como no entiende le digo que no podría soportar ver a un mutilado en casa. ¿Un mutilado? ¿Eso le dije? Sí, creo que sí, de esa manera él sentiría pena por mí. ¿Esa era la idea? 
Sí, creo que sí, fui agregando palabras, para que entienda, solo para que entienda. Y entendió. 
Mamá, mamá, callate, el mutilado soy yo. 
el tiro se lo pegó en la cabeza, un minuto después de colgar el teléfono 




Nota del autor: 

Luego de la guerra de Malvinas surgió un rumor, uno de tantos. Desde el hospital un sobreviviente llama a su casa, habla con su madre. Le dice que sobrevivió y que va a volver, y le pide que también reciba a un compañero herido, no se sabe bien si sin una o las dos piernas, cambian las versiones. La madre se niega, le sugiere que el gobierno se haga cargo y que por la armonía de la familia es mejor que no lo lleve. Luego el hijo le contesta que es él al que le faltan las piernas, corta el teléfono y se suicida de un tiro. 



(*) Escritor comodorense.



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