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lunes, 28 de agosto de 2017

LA NOTA DE HOY




PALABRAS MISTERIOSAS

Por Jorge Eduardo Lenard Vives




   Cuenta la leyenda que cuando en 1587 una expedición desembarcó en Roanoke, primer asentamiento inglés en América del Norte instalado dos años antes, halló la aldea vacía y ni un rastro de sus 107 habitantes. Sólo se encontró, grabada en un poste, la palabra “Croatoan”. Si bien con el tiempo se interpretó que se refería a una tribu indígena amiga, con la que los colonos podrían haberse refugiado para evitar los peligros de otros vecinos hostiles, la súbita desaparición de los pobladores otorgó fantasiosas acepciones al vocablo descubierto. Como las tiene también la rara leyenda “NDXOXCHWDRGHDXORVI”; escrita en la hoja de una espada medieval perteneciente al Museo Británico; cuyo sentido es aún objeto de especulaciones. Es que las palabras misteriosas han despertado la imaginación del ser humano a lo largo de la Historia; fascinación a la que no escapó la Literatura.

   Una de esas palabras misteriosas literarias es el término “Ixaxar”, en “La novela del sello negro” del galés Arthur Machen; que es otra forma de aludir a la enigmática piedra “Hexacontalytho”, tablilla donde obran los conjuros para impetrar a los entes adorados por los moradores de aquellas regiones previo a la llegada de los romanos. Son también crípticas las palabras “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, título de un cuento de Jorge Luis Borges, con marcada eufonía y vagas resonancias geográficas; que terminan siendo superchería, ficción dentro de la ficción, un fractal de la fantasía.

   Y son misteriosos los nombres ocultos de Dios, concepto presente en varias religiones y en muchas obras literarias; como en el cuento de Arthur Clarke “Los nueve mil millones de nombres de Dios”. En él, unos lamas tibetanos contratan expertos en computación para una tarea que describen así: “Los nombres del Ser Supremo, Dios, Júpiter, Jehová, Alá, etc., no son más que rótulos escritos por los hombres… entre todas las permutaciones y combinaciones posible de letras, se encuentran los verdaderos nombres de Dios”. Los informáticos trabajan varios años combinando letras, hasta cumplir el trabajo … con resultado sorprendente.

   A veces no es un solo vocablo intrigante, sino un conjunto de ellos; una frase, un mote. Por ejemplo, la extraña inscripción que Nicolás Poussin pintó sobre la tumba de su cuadro “Los pastores de Arcadia”: “Et in Arcadia ego”. Su incompleta gramática le da un obscuro significado; y así fue tomada por varios literatos como Wolfgang Goethe en su “Viaje a Italia”, Evelyn Waugh en su obra “Retorno a Brideshead” o William Faulkner en “Ruido y furia”. Esta sibilina sentencia nos lleva a otro arcano. Shugborough Hall es una mansión ubicada en Inglaterra. En el siglo XVIII su propietario, George Janson, hizo erigir en el jardín un “Monumento de los Pastores”; con una réplica esculpida del cuadro de Poussin. Pero al epígrafe "Et in Arcadia Ego", agregó un criptograma en bajorrelieve que reza “D.O.U.O.S.V.A.V.V.M”; cuya connotación no ha sido todavía descubierta y se presta para múltiples interpretaciones.

   La Literatura Patagónica, en su alcance ampliado, también tiene sus palabras misteriosas. Una de ellas es el “¡Tekeli-li! ¡Tekeli-li!”, que en los mares antárticos Edgard Allan Poe hace escuchar a Arthur Gordon Pym; brumosa locución reiterada por Julio Verne en “La esfinge de los hielos” y Howard Philip Lovecraft en “En las montañas de la locura”. Los anómalos sonidos se emparentan con presencias sobrenaturales, intuidas y vagas en Poe, explícitas y terribles en Lovecraft; detrás de las cuales se alza la figura de la diosa fueguina Schalgpe, según propone Roberto Payró en una nota de “La Australia Argentina”.

   El nombre mismo de la región, Patagonia, es misterioso; pues su origen permaneció recóndito mucho tiempo. Cuando Antonio Pigafetta en su “Viaje en torno al globo” dice en forma escueta “El capitán general llamó a los de este pueblo patagones”, sin hacer ninguna aclaración, inició la polémica. Se intentaron varias elucidaciones; aunque la lectura de las páginas del “Primaleón” de Francisco Vázquez, sobre el gigante Patagón y sus patagones, no dejaría dudas al respecto. El tema es, ¿por qué llamó Vázquez así a su titán?

   Pigafetta introduce otra término misterioso, “Setebos”; un demonio patagón que, junto con sus cheleules, desapareció con el tiempo de la región. Pero fue rescatado del olvido por William Shakespeare, que lo incorporó en su obra “La Tempestad” como el dios del personaje Caliban. Siglos más tarde, Robert Browning lo revive en su poema “Caliban upon Setebos”, de 1864. Sin embargo, menos conocido es que también es mencionado por Arthur Conan Doyle en la novela “A Duet, with an Occasional Chorus”, de 1899. Allí, tres lectoras de un club literario se reúnen para analizar el poema de Browning; hasta que llegan al verso “Setebos y Setebos y Setebos”. Discuten si se trata de una o varias personas y arriesgan diversas hipótesis; pero cuando en la línea siguiente descubren que es un solo Setebos, deciden cambiar de poeta.

   También hay palabras misteriosas que jamás se conocerán. Como la letra de la canción que María Reumay susurra en sueños a Emiliano Villaverde en la novela “Con los ojos del puma” de Hugo Covaro; al tiempo que le advierte: “Cada chamán tiene su propia canción… Nadie más puede cantarla, porque si eso pasa, perderás tu poderes…. cuando regreses de este viaje podrás cantarla, y serán palabras incomprensibles para los demás”. O la palabra misteriosa que en la novela “El gallo canta a la medianoche”, el doctor Karl Weisse susurra al oído de Rainaldo Sticcurani; la que sólo el Gran Maestre, el Aprendiz y tal vez el autor del libro, Carlos Dante Ferrari, conocen.

   Las palabras misteriosas tienen un sentido estético en la Literatura, pero en su origen el significado fue mágico. El pensamiento mágico, según refiere Sir James George Frazer en “La rama dorada”, lleva a confundir el significado con el significante –al decir de Ferdinand Saussure –; y surge la idea de que la mera enunciación de una palabra puede lograr el efecto que la misma denota; o que a través de un nombre se puede llegar al ser que lo porta. En algunos pueblos antiguos, cada individuo elegía un nombre secreto, su verdadero nombre; para que los enemigos no pudiesen usarlo de instrumento para transmitir sus designios.

   Es tan maravilloso el milagro del lenguaje, que los seres humanos siempre sintieron un influjo singular por todas las palabras; no sólo por las misteriosas. Porque… ¿qué es la Literatura sino la combinación mágica de voces? ¿Qué mayor magia puede haber que la de provocar sentimientos y pensamientos en otra persona, por medio de las letras, a través de la distancia y el tiempo? Eso es en realidad lo misterioso del fenómeno lingüístico. Respecto a los otros misterios… como señala Umberto Eco en “El péndulo de Foucault”, el pergamino del coronel Ardenti era, en realidad, una nota de lavandería.

miércoles, 23 de agosto de 2017

LA NOTA DE HOY









MIGUEL OYARZÁBAL

Poeta (1948 – 2017)




    Una vez conocí un poeta. Fue hace unos años, una tarde de invierno en la Feria del Libro de Gaiman, cuando Margarita Borsella me presentó a Miguel Oyarzábal. Charlamos un rato largo sobre —¿qué otra cosa podía ser?— Literatura y otros temas comunes. Luego mantuvimos un contacto esporádico.

   Tenía noticias de él porque Margarita cada tanto me comentaba sobre una obra que estaban escribiendo juntos; una novela epistolar que ojalá algún día vea a la luz, porque sería el mejor de los homenajes que se puede hacer a un escritor: que su obra perdure la muerte.

    Porque el bardo nos dejó. Cuando en este blog se publicó su poema “La otra ciudad”, figuraba una breve reseña de su vida y obra. Allí decía que Miguel era poeta, periodista y narrador oral. Nacido en Salto (Bs. As.) en 1948, se radicó en Puerto Madryn en 1979. Protagonizó espectáculos literarios y contó sus historias en el canal de televisión provincial de Chubut, en la Feria del Libro de Buenos Aires y en Colombia (2003) y México (2006). Desarrolló el proyecto de narración oral sobre recuperación de la memoria “Re-Conocernos” (100 cassettes conteniendo textos de autores patagónicos e historias de la zona, editados en 1995 por la Dirección de Cultura de la Municipalidad de Puerto Madryn y distribuidos gratis en las escuelas). Publicó los poemarios “Pasillos” (1986. Premiado en la convocatoria de autores inéditos de la Dirección Provincial de Cultura ), “Y esa tinta no se borra” (1992. Primera mención del concurso del Encuentro de Escritores Patagónicos en 1989), “Noctambulario” (1994. Primer premio del concurso del Encuentro de Escritores Patagónicos en 1993), “Después” (1997. Primera mención del encuentro de Escritores Patagónicos en 1993) “La Lámpara” (2001) , “Café con cielo” (2006. Es una selección de los libros anteriores en forma de disco compacto) y “Por lo que tengo” (2011). Fue becado por el Fondo Nacional de las Artes para Perfeccionamiento en Poesía (1987) y por Fundación Futuro (1988-1995) con una beca de creación.

   Además tuvo varios reconocimientos: a su Mérito Literario, por la Biblioteca Popular Juan José Castelli (1974), a su Trayectoria en la Cultura, por la Revista Tela de Rayón, Diario “Jornada” (2007), a su Trayectoria Literaria por el II Congreso Latinoamericano de Comprensión lectora (2009), al Mérito por la actividad cultural en Literatura por la Municipalidad de Puerto Madryn (2010) y la Alta Distinción de la Municipalidad Distrital de Ahuac, Perú (2009). Integró la antología de poetas madrynenses “La cuerda de los relojes limando el tiempo” (2012) Entre 1995 y 1998 dictó talleres de narración Oral en escuelas regionales; y desde 1997 talleres de Expresión escrita, en varias localidades de la zona. Fue homenajeado en la Feria del Libro de Puerto Madryn en 2016. Faltaba el cierre de su biografía; que llegó el 19 de agosto, hace un par de días.

   Pero los poetas no mueren. Si bien ni del arte la muerte se olvida, dice el verso de un olvidable poema, los artistas siguen viviendo en sus obras; y cada vez que alguien lea una obra de Miguel, el vate va a estar allí, con los gruesos anteojos que -según sus propias palabras -  apenas mitigaban su débil visión, esa condición que compartió con otros grandes poetas, y que tal vez lo llevaba a mirar más hacia adentro para encontrar su inspiración. Va a estar allí, con su alma de bohemio, que sabía de amaneceres entre amigos; en los que la poesía surge como un lenguaje natural y se poetiza aun sin saber que se lo está haciendo.

   Como señalé más arriba, los autores adquieren la inmortalidad de sus obras. Cuando un lector lee las palabras escritas a veces muchos años atrás, como si se tratase de un ritual esotérico, el literato revive, se hace presente. Para lograr ese milagro copio abajo uno de sus tantos poemas, “Amanecidos”, que muestra la intensidad de su creación y el cual —sospecho— le habrá gustado mucho escribir. Y si cuando lo está leyendo el lector siente la presencia de un señor alto y delgado, de barba y lentes, que lo observa con una clara mirada, no se asuste: es Miguel que, conjurado por la lectura, acudió a su lado.

AMANECIDOS

Siempre aparecen a esta hora;
son los últimos vampiros, 
bebedores de la savia nocturna de la vida.
Los veo;
con los párpados gastados y sin hablar
me cuentan de esta noche,
que no es distinta a las demás.
Ellos son los que pasaron el límite de las dos, o de las cuatro,
y que aún escarban en los huecos de las luces,
en el gusto somnoliento de café con cigarrillo.
Deambulan, casi en patota, casi solos;
hasta que el sol los atrapa en mitad de la vereda;
es la hora de partir
y parten
desperdigados,
buscando un lugar donde caer
para olvidarse hasta de sí mismos
y esperar que el día se olvide de ellos.
Se van solos, sin ruidos;
no hacen falta las cruces para ahuyentarlos,
cada cual lleva la suya.




Jorge Eduardo Lenard Vives

sábado, 19 de agosto de 2017

EL POEMA DE HOY



DESVELO
Extrañando en ritmo de tango


Por Julio J. Leite (*)




La noche
con
sus puntas
me traspasa…
-chorreo sombras-
enciendo una distancia
y me la fumo,
hay cenizas celestes
que me miran,
cielos gruesos
que aplastan
mi humedad
de silencios
y es un grito hacia adentro
Esta mano vacía
que se aferra
             a este vaso
y se lo bebe
cual si fuera tu cuerpo.





(*) Escritor fueguino. El poema es de su libro “Piedrapalabra” (El Rey Tuerto, Buenos Aires, 2014). 

domingo, 13 de agosto de 2017

EL POEMA DE HOY





TESTIMONIO SIMPLE PARA ESTA TIERRA DEL SUR


Por Anita Aracena (*)





Chubut, tu nombre, se alarga con las estrellas.
Los sueños de la infancia vuelven mirando el cielo.
De nuevo dibujo con las nubes
Y espero la noche acercarse mientras el viento se levanta
y todo el corazón se dobla sin hablar
entre la jarilla y el jume.

La pampa agita sus pequeñas ciudades verdes.
A veces, un molino solitario
dialoga con las gotas de agua.

Antes, eso era antes, el río venía
con un cielo navegando en las velas
y un mar lejano salado y marinero.

Vino la pequeña lluvia y el trigo a la orilla del agua.
Acaso el mismo que juntaba las canciones
entre la primavera y el humo que subía el invierno
de una aldea de Gales.

Que puso un día, campanas en el valle,
sobre el río, el cielo y los álamos.
Antes, todavía antes, los indios madrugadores de senderos
aprendían la luz que manejaban las flechas

Alguien debe recordar en la ciudad de los rascacielos
entre la sucia soledad del aceite y el humo
el sabor de los calafates y la mirada lechosa
de los chulengos,
el rincón donde se juntan las torcazas
y el zumbido de los tábanos después del mediodía.

El pulso inicia el paisaje que trepa por la sangre
porque quiero decir la patria chica
con la sonrisa botada de sol y mar
hasta que las estrellas inunden los ojos
y los sueños de los niños sigan creciendo en el sur.





(*) Escritora de Comodoro Rivadavia. El poema es de su libro “Cómo son de azules las palabras” (Edición del autor, Comodoro Rivadavia, 1986).




sábado, 5 de agosto de 2017

EL POEMA DE HOY



EL VERSO QUE ME DUELE


Por María Julia Alemán de Brand (*)




Mi verso es la nostalgia de la tierra,
el nativo solar, la bienquerencia, 
Es la hijuela venida de la herencia
y el ámbito de luz que nos encierra.

Es el pardo solar, al que se aferra
mi telúrico canto, mi vivencia.
Es un algo vital de mi existencia
esa parte que nunca se destierra.

Y esa parte es el verso, al que yo llevo
tan dentro de mí, que el verso duele
con un dolor de siglos, siempre nuevo.

Lo arranco de mi ser, que libre vuele
más allá de la tierra en que me abrevo
y hecho tierra o candil, siempre la vele.






(*) Escritora de Esquel. El poema es de su libro “Soy poesía, búscame en el sur” (Ediciones Último Reino, Buenos Aires, 1991).